Te invito a leer también mis RELATOS

Troya


Poema finalista en el concurso nacional de poesía POETA DE CABRA 2013


Sigilosamente,
tras un respetable traje de chaqueta y corbata,
el horror del infierno
ha penetrado en nuestro mundo.

Hace miles de años, 
Homero lo imaginó entrando en la ciudad de Troya
oculto en un ciclópeo caballo de madera.
La realidad fue menos poética que su imaginación:
¿quién iba a pensar que Ulises
sería un hombre de constitución débil
y modales exquisitos,
tan orgulloso de autoproclamarse
tecnócrata
y neoliberal?;
¿quién que su insignificante maletín,
negro y reluciente, 
iba a sustituir al caballo majestuoso?

Y sin embargo el colosal incendio ,
que ya nos consume,
no podría caber ni en un millón de Troyas.

Hacía ya mucho tiempo...

Hacía ya mucho tiempo
que había perdido el alma
y aquella mañana,
me la encontré disuelta
en el pecho del agua.


Hacía ya muchos años
que había perdido el alma
y aquella mañana,
me la encontré en aquel tronco podado
sirviéndole de rama.

Aquella mañana...

Sudor Desnudo

Digo tu nombre
ahora que no te recuerdo,
ahora que mi sombra es la sombra de los astros,
ahora que
lentamente,
con un viejo pincel
mojado en la noche,
pinto mi cuerpo de oscuridad y estrellas.

Digo tu nombre.
Y al decir,
lo palpo,
lo saboreo
lentamente
en mi boca.
Ahora que el verano se escapa con el viento de esta noche
con la que me fundo
poco a poco
desapareciendo
mientras me pinto de ella,
en ella.

A veces, yo también me dejaba arrastrar por ese mismo viento.
Y me bañaba allá lejos, en el límite del mar,
mirando las estrellas,
esas estrellas que siempre
brillarán
en mi piel
de noche.
Entonces, cuando empecé a perder el miedo a vagar por las montañas
tras ocultarse el sol.
Cuando empecé a perder el miedo a los acantilados
que más allá respiran con aliento de muerte.

Mas tú nunca entendiste que la noche me ilumina,
que pertenezco al verano,
que me hago sueño y soy su sueño,
que nazco del vientre del fuego
sobre el cadáver de las gramíneas,
que a veces su luz -mi luz- es verde,
como la piel de un lagarto.

Tu boca es como tu nombre,
tu nombre es como la sangre
y quisiera inyectarlo lentamente en mis venas
aunque no te recuerde
ni tú me entiendas.

La tarde es una taza de líquido azul luminoso
cuando deseo, más que nunca, volver a verte.
Y te siento tan lejana cual la lluvia y la neblina
ahora que el verano se tiende en todas las playas del mundo
mostrándonos sus senos,
de reluciente sudor desnudo.

A veces su luz es verde, como la piel de las salamandras.
Su fulgor es tan sólo preludio de la ceguera.

Catorce

Llegaste un día, llegaste.
Lancé mi miedo sombrío
a la hoguera de tus rizos
y se volvió ceniza
inconsistente
que el viento barrió
y dispersó
a nuestros pies.

Porque te abracé.
Porque fue como si en tu cuerpo
también la abrazara a ella,
como si en tus ojos viera
su ilusión sin límites
y aquella vieja sonrisa
de resplandeciente esperanza.
Cual si de un abismo profundo
de fosas y cadáveres
su cuerpo emergiera en tu cuerpo
penetrando por tus plantas,
adueñándose de ti, suavemente,
reviviendo de nuevo
bajo tu carne joven
que cerraba las heridas
de su pecho fusilado.

Y eras tú
y era ella.
Y juntas la perfección
que se complementaba,
igual que el sol
y un campo florecido
llenan la tierra del esplendor del cosmos.

Y te besé.
Y tus labios de pronto
me contagiaron de ella.
Y volvía a creer
y a gritar mi rebeldía
de nuevo,
sin temor.

Y volamos de la mano por las calles
donde la multitud perseguía
esqueletos de sueños
y alzaba viejos cantos naufragados
sobre olas de banderas.

Porque era abril
y era el catorce
y era la primavera
y la República.

Carcassone

Frente a los muros
de Carcassonne
mi señor Trencavel
la batalla perdió.

Murió mi vida,

vivió mi muerte
frente a las puertas
de Carcassonne.

Por unos ojos,

por unos ojos...
corrí en ayuda
de mi señor,
pero ahora mismo
ya no recuerdo
ni su color...

Sólo una niebla

húmeda y fría
alrededor,
de color rojo
como la sangre
que en Carcassonne,
frente a sus fosos,
entre las flechas,
se derramó.


Solo, estoy solo.

Sólo la niebla:
frío rubor,
niebla tan roja
como el combate...
¿será castigo
al que mató?

Por unos ojos

que no recuerdo
luché y maté
como un león,
pues si él sus tierras
recuperaba
un desposorio
me prometió.


Mas no recuerdo,

no los recuerdo....
ya ni la música
recuerdo yo
de aquella noche
junto a las flores
en el castillo
de mi señor...

He olvidado,
he olvidado,
así, de pronto,
y sin razón
lo que no es guerra,
lo que no es sangre,
¿será castigo
al que mató?

Y no me acuerdo
de aquella música...
ya ni las flores
recuerdo yo.
Sólo la muerte
sobre la muerte
frente a los muros
de Carcassonne.

Nunca Mais

Vine del sur para limpiar tu rostro.
Tu rostro moldeado, a cada exhalación,
por un millar de manos invisibles.

Con agónica sed lo lamí
cavando el veneno.
Y destrocé mis labios y mi lengua
en chapapote
por encontrar tu fresco
sabor a transparencia.

Sí, vine, vinimos
del sur.

Asaltamos los trenes y los autobuses
con ciego furor de ventisca
para volvernos nieve
y avalancha
en tu playa.

Vine del sur para limpiar tu rostro.
Tu rostro que tomaba la forma de los vientos.

Palabras

Recompondré esas palabras,
las reviviré de nuevo.....

Esas palabras tan muertas,
hundidas en el estiércol,
que han escupido los hombres,
pisoteado y deshecho...

Recogeré esas palabras
esparcidas por el suelo...

Y exprimiré mis palabras,
romperá en zumo su pecho,
puro néctar de esperanza
con que regaré el desierto.

Y crecerán muchos árboles
con manos de puño abierto,
y acudirán muchas aves
buscando refugio nuevo.

Lo que tan sólo fue arena
será ramas, flores, vuelos...
y será trino de pájaros
lo que tan sólo silencio.