Vine del sur para limpiar tu rostro.
Tu rostro moldeado, a cada exhalación,
por un millar de manos invisibles.
Con agónica sed lo lamí
cavando el veneno.
Y destrocé mis labios y mi lengua
en chapapote
por encontrar tu fresco
sabor a transparencia.
Sí, vine, vinimos
del sur.
Asaltamos los trenes y los autobuses
con ciego furor de ventisca
para volvernos nieve
y avalancha
en tu playa.
Vine del sur para limpiar tu rostro.
Tu rostro que tomaba la forma de los vientos.